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Bioseguridad Interna o como evitar que nosotros seamos los transmisores de enfermedades en nuestra granja

bioseguridad

El concepto de bioseguridad no es nuevo, pues de una forma o otra y con mayor o menor presión se ha ido realizando en las granjas y, aunque ahora este de moda, siempre ha sido una de las herramientas que toda explotación ganadera a instaurado cada vez con mayor eficacia al haber una presión de concienciación superior y, sobretodo, al poder acceder a información más eficaz.

De hecho es ampliamente conocido por el sector ganadero que existe unas medidas de bioseguridad más eficientes y avanzadas en muchas instalaciones ganaderas que en los propios hospitales, con ejemplos evidentes como las salas UCI.

La bioseguridad en las instalaciones se subdividen en dos subapartados de forma clásica, la bioseguridad externa y la bioseguridad interna.

La bioseguridad externa se refiere a la serie de medidas que podemos aplicar para evitar que una enfermedad, de la cual no tenemos presencia en nuestra instalación, se introduzca en ella y nos afecte a los animales que tenemos a nuestro cargo.

El subapartado de bioseguridad interna, en la cual se toman las consideraciones y actuaciones necesarias para evitar la propagación de las enfermedades que ya tenemos en nuestra instalación, es habitualmente donde hay un mayor número de errores o falta de protocolos que actúen a nuestro favor para evitar precisamente esta difusión de la enfermedad.

El miedo a lo que nos puedan traer del exterior es comprensible y en general se acepta que las visitas, ya sean de veterinarios, camiones de recogida de cadáveres, camiones de recogida de matadero, camiones de reparto de pienso, comerciales, etc son un factor de riesgo, la mayoría de ellos minimizables hasta niveles muy aceptables siempre y cuando los protocolos se cumplan al pie de la letra.

Hasta tal punto son eficaces que a menudo se pueden detectar los casos o incidencias donde han fallado y se puede encontrar al culpable, que  salvo raras excepciones son siempre relajamientos de los protocolos.

Sin embargo este miedo a lo que nos puedan traer hace que veamos siempre como posibles culpables a alguien del exterior, quizás como efecto de buscar a alguien ajeno en quien descargar los palos y no ser nunca el culpable de lo que sucede en las granjas.

Como efecto secundario esto conlleva a la creencia de que uno lo hace todo bien y si aparece un problema es que me lo han introducido de fuera.

Así nos encontramos que los elementos fundamentales de bioseguridad en el interior de la granja se descuidan a menudo dentro de una pantalla inmunizadora: yo siempre lo he hecho así y no tenía nunca este problema.

Esto puede ser muy cierto, y generalmente es así, pero si una enfermedad se ha distribuido entre los animales de una instalación puede ser inequívocamente que los mecanismos de bioseguridad interna han fallado estrepitosamente.

Hemos de tener muy claro que los mecanismos de bioseguridad exterior son imprescindibles, pero los mecanismos de bioseguridad interior son los que día a día nos evitaran su difusión y, virtualmente, su posible erradicación de la instalación.

Es por ello que de forma rutinaria se asocia las técnicas de bioseguridad interna con la lucha contra el enemigo que tenemos en casa, es decir, los propios cuidadores de los animales.

Hay que ser conscientes que tenemos armas para luchar contra las enfermedades en nuestra instalación, como son las vacunas, pero no podemos dar por suficiente estas armas, sino que en el día a día, en nuestra actitud diaria, donde debemos intensificar nuestra prevención de la diseminación de las enfermedades. Hay expertos en la materia que su frase maestra es:

“Una enfermedad se establece  en una instalación porque nosotros hacemos todo lo posible para que se desarrolle”.

Seguramente es ir muy lejos, pero no tanto como muchos suponen.

Una de las medidas más eficaces para abordar una buena Bioseguridad interna es, aunque parezca de perogrullo, protocolizar las acciones diarias que se realizan en las instalaciones.

Tomemos un ejemplo ya clásico y que son varios los casos donde personalmente he identificado como origen de varias enfermedades diferentes.

El transporte de animales dentro de la misma explotación:

Una de las ventajas del sistema All in/All out, es decir, todo dentro/ todo fuera, es que permite ubicar las reproductoras que van a parir en una nave totalmente limpia y desinfectada en la que se ha realizado un vacío sanitario estricto en teoría.

En varios casos se detectó un aumento considerable de procesos por mamitis estafilocócica en las reproductoras en las instalaciones que utilizaban este sistema, totalmente en contra de las teorías que precisamente comulgaban una mejora sustancial.

Después de observar como las pautas medicamentosas se estrellaban y apenas podían mantener la presencia de la patología en niveles aceptables, se decidió analizar en profundidad con toma de muestras en diferentes puntos de riesgo existentes. En el primer caso así fue, pero en los casos posteriores se decidió analizar únicamente el punto crítico detectado anteriormente como factor de riesgo grave.

El resultado fue:

Una nave en que se había hecho el vacío sanitario totalmente limpia de gérmenes

Unas reproductoras a las que se había tomado muestras de nariz y superficie mamaria con niveles muy bajos de estafilococos.

Unas muestras de las cajas donde se ubicaban las reproductoras para realizar el traslado de los animales totalmente llenas de gérmenes, con abundante crecimiento de estafilococos.

Preguntando sobre las cajas descubrimos con asombro que a nadie se la había ocurrido desinfectarlas nunca y ni tan siquiera se había contemplado. Si la limpieza con agua a presión, pero solo cuando la suciedad era tan evidente que no se podía trabajar a gusto con las cajas.

Del mismo modo se detectó como origen de un brote interminable de RHD en engorde mediante las cajas en las que se realizaban el transporte de los animales hacia la nave de cebo.

Si se protocolizan las acciones a realizar, únicamente por el hecho de escribirlas y que todo operario que deba realizar la acción pueda conocer en que consiste, se localizan muchos de estos puntos críticos de riesgo.

Entre los puntos críticos que más frecuentemente encontramos al protocolizar las acciones son, sin ningún género de duda, los mismos cuidadores. La transmisión de las enfermedades por las manos principalmente es uno de los vehículos de diseminación de las enfermedades a lo largo y ancho de nuestra instalación.

Con la aparición del COVID-19 se ha despejado muchas de las dudas de la importancia de esta vía de contagio y cada vez es mayor la sensibilidad a evitar precisamente esta vía de contagio.

Muy probablemente difiere de forma sustancial de instalaciones porcinas, donde los animales se encuentran a nivel de suelo y el vehículo de contagio entre cuidador y animales tiene su punto crítico en el calzado.

En cunicultura, al no estar en el suelo, el punto crítico de contagio tiene lugar por las manos, en la manipulación que hacemos de los animales.

Son muchos los gérmenes que forma asintomática podemos tener en la superficie de la piel de las manos y que al ir manipulando los animales les podemos transmitir. Entre ellos podemos observar:

Todos ellos altamente transmisibles y con potencial patógeno elevado.

Ejemplos de transmisión por las manos de enfermedades:

Enfermedades de los nidales

Cuando manipulamos un nidal estamos exponiendo la piel de nuestra mano a los gérmenes que se hayan presentes en el nido. Aunque únicamente estemos contando gazapos o sólo movamos un par de ellos para poder observar la calidad del nidal.

Al proceder a inspeccionar el nidal siguiente estamos aportando los gérmenes a los gazapos del nido que estaban presentes en el nido anterior inspeccionado. Y así hasta el final, lo que se traduce que si hay un sólo nidal con presencia de estafilococos o colibacilosis o rotavirus o cualquier otro germen patógeno, este lo distribuiremos con mayor o menor eficacia por toda la instalación.

Si además nos encontramos que un nidal hemos de cambiar la viruta o paja que se encuentra en mal estado, aumentamos el riesgo.

En el diagnóstico de gestación, que realizamos mediante palpación abdominal. Mediante esta rutina acabamos manipulando a todas las reproductoras la zona ventral con el riesgo de transmisión de enfermedades como la estafilococia o la tiña a los animales.

Durante la inseminación es otro momento crítico donde además estamos manipulando material delicado. El riesgo de contaminar las cánulas, sin ser muy elevado, si que tiene repercusiones muy serias.

En un caso pude observar como 278 reproductoras inseminadas de 300 realizadas por un aprendiz desarrollaron multitud de abortos por Salmonella mientras que el resto de 700 conejas inseminadas no hubo ni un solo caso. Al tomar muestras de la superficie de las manos del inseminador y enviar al laboratorio se detectó Salmonella.

Para evitar este riesgo es necesario la limpieza y desinfección de las  manos antes y durante la manipulación de los animales.

Hay que prestar atención que el uso  de guantes NO disminuye el riesgo  de contagio por manipulación, pues las bacterias se pueden adherir con mayor o menor fortuna a la superficie y la transmisión es la misma.

El uso de guantes si que permite desinfectar con gel mucho más frecuentemente y sin ningún riesgo, pues aunque los geles ya están diseñados para evitar reacciones en la piel de las personas, un exceso  de uso tampoco es aconsejable.

En los protocolos de trabajo  se deben incorporar:

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