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Caso clínico: Es necesario identificar claramente los productos 

Escrito por: F.X.Mora

Caso clínico: Es necesario identificar claramente los productos

Este caso clínico, que ya ocurrió ocurrió en marzo del 1994, ya hace muchos años con graves repercusiones económicas para el cunicultor y, aunque parezca increíble, volvió a suceder, aunque en esta ocasión la repercusión no tuvo mayor importancia debido a la suerte que nos acompañó en el caso.

No está de menos recordar que errores simples pueden producir repercusiones graves por simple dejadez o olvido.

Antecedentes:

Durante una visita rutinaria se detectó sarna auricular en una instalación cunícola que constaba de un túnel nuevo con capacidad de 600 reproductoras y una nave de obra antigua donde se ubicaba el engorde y que anteriormente había sido la nave original de la instalación.

A principios de los 90 la monta era con machos pues la inseminación no existía aún como técnica de manejo reproductiva. En este caso el manejo ya era avanzado para su época y trabajaba en bandas cubriendo cada 15 días, por tanto con 3 bandas en la granja, técnica que empezaba a hablarse como novedosa y de gran interés en las reuniones con cunicultores y symposiums de cunicultura.

Como era tradicional, el responsable de la maternidad era una cunicultora, que en este caso hay que destacar su gran profesionalismo y los buenos resultados que obtenía. El engorde, reparto de pienso, tratamientos y varios lo realizaban alternativamente sus hijos ya que estos trabajaban fuera de casa y dependiendo de los diferentes días de la semana se alternaban en las diferentes tareas pendientes.

A principios de la década de los 90 no era infrecuente encontrar casos de sarna auricular o procesos micóticos, a menudo interrelacionados ya que no se consideraban como patologías muy graves.

En este caso se decidió tratar el ambiente con un acaricida para controlar los ácaros de la sarna en la instalación y apoyar el control con un acaricida tópico en el momento de la cubrición. 

Al cabo de unas tres semanas me avisaron por un aumento de las bajas en el cebadero supuestamente por colibacilosis, por lo que realicé otra visita a la granja el mismo día del aviso, que como ya es habitual en estos casos, fue un viernes.

Cuadro clínico

La visita fue un poco violenta desde inicio pues hicieron acto de presencia toda la familia, inclusive algunos que no realizaban nunca tareas en la granja. Las respuestas a mis preguntas fueron muy telegráficas y las realizaba uno de ellos que nunca aparecía por la instalación. 

Las bajas eran efectivamente por procesos entéricos asociados a colibacilosis principalmente y en algún caso a enterotoxemia, pero los mínimos.

El proceso había aparecido de repente el jueves, es decir el día antes y afectaba a todo los gazapos de engorde por igual, tanto los que comían pienso retirada como los que comían pienso medicado.

 

Rápidamente la conversación se dirigió hacia el pienso ya que el lunes había llegado cuba nueva de pienso y evidentemente relacionaban el inicio de la ingesta del pienso con la aparición del problema generalizado.

 

Siempre estos son temas delicados y que a mí me gusta revisar a fondo, pues aunque pocas veces se pueden relacionar, cuando es posible hacerlo la solución veterinaria es tremendamente sencilla, simplemente retirar el pienso. 

 

 

En este caso descarté el posible culpable del pienso por varios motivos: 

  1. el pienso de retirada NO se había traído en la cuba última y los animales que tomaban el pienso de retirada también estaban afectados por el proceso en la misma medida.
  2. el pienso de maternidad que se había traído en la cuba NO daba ningún síntoma del proceso en maternidad.
  3. El pienso medicado que se había traído en la cuba también se estaba administrando en los gazapos predestete y sus reproductoras correspondientes y no se apreciaba ningún caso de animal afectado en este grupo.

Diagnóstico inicial

A pesar de todo recogí unas muestras para analizar por si acaso en un laboratorio independiente y recalqué el hecho de que afectara a todo el engorde por igual independiente del pienso, realizando un diagnóstico presuntivo de colienterotoxemia y señalando el agua como posible vehiculador del problema, resaltando que se procurará aumentar la cloración y acidificación así como limpiar las tuberías a fondo y realizar un tratamiento con neomicina en el agua.

No se recogieron muestras de animales porque era viernes tarde y no había posibilidad de hacer llegar las muestras a laboratorios de analítica.

El sábado y domingo fueron subiendo las bajas progresivamente y el lunes se decidió cambiar la medicación y recoger muestras para laboratorio. En esta visita se señaló la conveniencia de aumentar la acidificación del agua, ya que en un análisis rápido mediante un test de piscinas marcaba un pH de 8,2. 

Me aseguraron que habían aumentado la dosificación del ácido pero ante la prueba del test pude asegurar que o bien el ácido estaba caducado o el agua había empeorado significativamente, era agua de pozo, por lo que recomendaba que pasaran a utilizar agua de red al menos unos días para controlar el proceso y que después ya miraríamos que podíamos hacer con el agua.

Además y como medio preventivo ante la duda, se procedió a dar de comer el pienso de maternidad a los gazapos de engorde.

El proceso fue lógicamente aumentando cada día llegando a mortalidades del 5% en un solo día el miércoles, que decidí volver a revisar la granja.

En este momento y debido a la situación de urgencia sanitaria que había en la granja se repasaron todos los protocolos de trabajo, se revisó el agua, el pienso, los silos, los depósitos, tuberías, etc. Como no podía ser de otra forma todo se encontró perfectamente correcto y sin nada que aportará la más mínima idea de que podía provocar el proceso.

 

Únicamente el test de piscinas seguía marcando obstinadamente un pH muy superior al que debería haber tras la administración de dosis altas de acidificante.

 

 

 

 

 

 

Los animales seguían marcando un cuadro muy claro de colienterotoxemia cada vez más decantado hacia una enterotoxemia pero aún nos faltaba el diagnóstico de laboratorio para confirmar el proceso.

Y aquí, cuando ya no habían muchas ideas nuevas para encarar, inspeccionamos la sala donde estaban los depósitos de agua donde se medicaban los animales y se realizaban los tratamientos potabilizadores de agua.

Por pura casualidad revisé el ácido que estaban poniendo en el agua, que era un bidón blanco sin etiqueta cuando de repente descubrimos que el bidón del acidificante estaba intacto en el armario totalmente lleno y sin estrenar.

Después de investigar se descubrió que el bidón contenía acaricida y que por error lo estaban administrando en lugar del acidificante y, evidentemente, subiendo la dosis progresivamente al no apreciar mejoría en el test de pH.

Todo se aclaró cuando uno de los hermanos indicó que se le había mojado la etiqueta y la había arrancado dejando el bidón en su sitio, pero sin avisar al otro que confundió el bidón sin darse cuenta.

Esta situación tan desconcertante y que parece poco plausible es de hecho más frecuente de lo habitual, habiendo observado casos de tratar el agua con productos del campo o confundir las dosis de ácido y cloro, etc.

Por ello es altamente recomendable tener siempre bien ubicados los productos a utilizar y sobretodo perfectamente identificados, pues en este caso a las numerosas bajas se sumó la intoxicación de los animales que no se pudieron enviar al sacrificio por el riesgo que comportaba en los consumidores.

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