Siempre ha sido un dilema trabajar cuando no se realiza a gusto y con perspectivas poco gratificantes, a menudo más negras para el observador de lo que realmente son.
Este año ha sido de un verano excepcionalmente benigno, con apenas puntas de calor que superaron los 30ºC. Por tanto, las granjas han estado rindiendo hasta septiembre a unos niveles excepcionalmente altos, repercutiendo en la oferta -que es muy elevada por la época en la que estamos-.
Aunque, ya empiezan a resentirse las reproductoras que han trabajado sin descanso durante el verano.
A pesar de esto debemos concentrarnos en nuestra guerra particular: seguir produciendo, promocionar el consumo de carne de conejo y estudiar cómo podemos hacer algo para aumentar la rentabilidad. Sí, es evidente, con el precio bajo las ganancias se las lleva el viento. Pero es lo que hay.
Estos últimos días he vuelto a presenciar los mismos problemas de siempre, incluso y algunos colegas de profesión me han comentado lo mismo.
Tras las primeras noches frías, aparecieron las diarreas –como en los últimos 25 años siempre igual- afectando a unas u otras explotaciones en mayor o menor grado de virulencia según el año, vigor de los animales y cantidades variables de suerte.
Pero lo que no ha cambiado sigue siendo el comentario en la llamada telefónica: “¿Qué habéis hecho en el pienso?”. Sí, reconozco que en ocasiones los fabricantes de pienso no son santos, pero tampoco se ponen todos de acuerdo para hacer una carnicería alrededor de finales septiembre-principios de octubre.
Estamos en un periodo muy duro económicamente y toca aguantar, apretar el cinturón y seguir trabajando bien, quizás de forma exquisita si nos lo permiten los animales, pero “rezando y con el mazo dando”.
Hay que aguantar sí, pero sin quedarnos quietos