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Y llegó el otoño: cómo prevenir los inconvenientes de la estacionalidad en la producción cunícola

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Y llegó el otoño: cómo prevenir los inconvenientes de la estacionalidad en la producción cunícola

La nieve comenzó a caer el sábado 23 de septiembre, con temperaturas de entre -1 y -3 grados a lo largo de la

noche, dejando una estampa puramente invernal al cubrir de blanco el primer día de otoño en Collado Jermoso, situado a 2.064 metros de altura en la vertiente leonesa de Picos de Europa.
La alusión meteorológica es pertinente en este análisis porque es bien sabido que el precio de la carne de conejo está marcado por una fuerte estacionalidad, debida fundamentalmente a la dependencia de la producción cunícola respecto a las condiciones del tiempo.
Todos los años, observamos una distribución mensual muy similar de la producción que nos lleva a pensar que los factores o causas de variación de esta producción suelen ser los mismos y se repiten de manera cíclica.
A modo general, podemos considerar junio como el mes de máxima producción cunícola, y noviembre como el mes con la más baja. Por lo tanto, vemos cómo el precio de la carne de conejo se incrementa de manera notable en los últimos meses del año.

Esta estacionalidad de la producción cunícola es debida fundamentalmente al comportamiento reproductivo de nuestras conejas reproductoras:

  • Las tasas de fertilidad y prolificidad obtenidas van en paralelo a los niveles de producción cárnica, pero con 3 meses de desfase entre ambas, aproximadamente. Una disminución en los resultados de fertilidad y prolificidad en las conejas afecta negativamente a la producción de carne de conejo 3 meses después.
  • De forma natural, los mejores resultados a nivel reproductivo en esta especie se dan durante los meses de marzo y abril, como consecuencia de un fotoperiodo creciente debido al aumento de las horas de luz diarias y al incremento de las temperaturas medias.

Por el contrario, los peores datos de fertilidad y prolificidad se corresponden a los meses estivales, sobre todo agosto y septiembre, debido al incremento de la temperatura en las granjas, que reduce significativamente el consumo medio diario de pienso por parte de las conejas reproductoras, empeorando el

estado corporal de estas y aumentando las tasas de infertilidad de forma progresiva a medida que avanza el verano.
Obviamente, estas variaciones son más acusadas en granjas sometidas a ambiente o ventilación natural, donde las variaciones térmicas estacionales tienen más influencia sobre el estado corporal y sanitario de nuestras conejas reproductoras.
Con el cambio de estación de verano a otoño los factores ambientales cobran gran importancia, ya que van a favorecer o a aumentar la predisposición de nuestros animales a la enfermedad, reduciendo su capacidad de respuesta y defensa.
Y cuando hablamos del ambiente, cobra especial importancia  todo aquello que tiene que ver con las condiciones del aire al que están expuestos nuestros animales. De este modo, toda variación que se produzca a este nivel es un catalizador para la aparición de procesos patológicos, principalmente de carácter respiratorio y digestivo.
Así, sabemos que el otoño, junto con la primavera, son las épocas de mayor complejidad para el control ambiental de nuestra granja, lo que se traduce en la práctica en un mayor o menor impacto sobre los resultados de nuestra explotación (según la zona geográfica o el tipo de control ambiental/instalaciones de que dispongamos).
Por todas estas razones, es fundamental, durante este momento del año, procurar el mayor confort ambiental posible a nuestros animales, realizando los ajustes o modificaciones pertinentes en nuestros sistemas de  control ambiental (apertura-cierre de ventanas, porcentaje de ventilación mínima y máxima, entrada en acción de los sistemas de refrigeración y de calefacción, etc.).
Además, de forma paralela debemos realizar un estudio de la situación general de nuestra explotación, teniendo en cuenta tanto los datos actuales de producción (fertilidad, prolificidad, mortalidad en nidos y engorde, pesos vivos a la venta, índice de conversión, etc.), como el estado corporal general de nuestras reproductoras, su condición sanitaria, así como la situación de los engordes.
Esto nos servirá para valorar qué cambios podemos o debemos realizar en el programa de alimentación para conseguir lo antes posible un estado corporal y sanitario óptimo para nuestras reproductoras, así como para maximizar la rentabilidad de los cebaderos en los meses venideros (los de mayor cotización de nuestro producto históricamente), a base de reducir las tasas de mortalidad y mejorar las velocidades de crecimiento e índices de conversión.
Por ello, De Heus ha desarrollado, dentro de la gama TEN, una amplia batería de productos para su utilización tanto en la maternidad como en el engorde, diseñados para cubrir todo el abanico de necesidades posibles en la producción cunícola.
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