Buscando culpables
Cuando en una granja surge un problema, parece que hay una pugna entre el cunicultor y la empresa que da los servicios relacionados con la parcela que ha fallado en ver quién tiene la culpa.
Desde el punto de vista del cunicultor los pensamientos son los siguientes:
- Cuando las hembras no quedan preñadas y estamos inseminando con un centro ajeno a la granja, todos sabemos exactamente cuál es el problema: EL SEMEN.
- También tenemos claro que cuando se mueren los conejos en el engorde, utilizando la misma lógica, el problema es: EL PIENSO.
- Si la explotación no produce bien y, por alguna extraña razón no pudiésemos culpar a estos dos elementos, lo cual sería difícil, siempre podemos recurrir a otros argumentos: el tiempo (cambio climático), el veterinario (ese que nos visita cada cierto tiempo y cada vez sabe menos), la genética (cada vez las conejas son más delicadas), incluso es implícita la mala suerte que tengo porque soy cunicultor.
- Además, las instalaciones y, sobre todo, el manejo de los animales “nunca” tienen la culpa: “La granja siempre estuvo así y antes funcionaba bien” y “¿El manejo? Pero si yo hago siempre lo mismo. No he cambiado nada desde la última inseminación”.
No queremos decir que el cunicultor siempre tenga la culpa, sino que ambas partes deben de tener una mente abierta que permita llegar a la resolución de los problemas con mayor celeridad. Si no colaboramos, corremos el riesgo de no saber nunca cuál ha sido el problema y puede volver a producirse en el futuro.
Caso práctico
Después de comentar estas situaciones que se dan cuando la cosa no marcha bien, vamos a relatar un caso curioso de infertilidad en una explotación cunícola. Para situar al lector, apuntaremos que hablamos desde el punto de vista de veterinarios que gestionan un centro de inseminación artificial.
La granja:
Se trata de una explotación de unos 20 años de funcionamiento, con ventilación por depresión, material antiguo con jaulas individuales de alimentación manual y con una construcción de bloque bien aislada tanto en las paredes como en el techo. Las condiciones ambientales dentro de la explotación son aceptables, es decir, una nave buena en su momento de construcción.
Se podría mejorar un poco la ventilación y sería necesario cambiar el material de jaulas que está deteriorado y no se limpia adecuadamente, a fin de poner jaulas polivalentes que nos permitan destetar las hembras y trabajar con un sistema todo dentro todo fuera. Se mejoraría la higiene y se optimizaría la mano de obra.
¿Un vacío sanitario? ¿Poner jaulas nuevas?
Estas dos preguntas son eludidas por el granjero. Tiene miedo de acometer la inversión, pese a que en el fondo sabe que los beneficios a medio plazo son importantes.
La granja en ese momento trabaja con 830 hembras en inseminación en banda única. Aplican el semen que les enviamos por transporte ellos mismos y tienen unos resultados productivos bastante mediocres: aproximadamente 80-82% fertilidad a la palpación, prolificidad baja (se hace autorreposición porque las hembras de genética son carísimas).
La mortalidad en el engorde raramente supera el 5%. Esto hace que, aunque el número de vendidos por IA no llega a 6, como la explotación está amortizada y la mano de obra es familiar (el dueño, su mujer, la madre y el padre del dueño, ya jubilados, y la hermana que es funcionaria y tiene mucho tiempo libre), la situación económica la consideran “normal”.
Aparece el problema
A principios del año 2008 empieza a disminuir la fertilidad: primero tiene un 76%, el siguiente lote un 68% y luego un 50%. Ya desde la primera disminución comenzamos a buscar causas: programas de luz correctos, análisis del pienso de maternidad, programas de PMSG y GnRH, etc. Todo parece estar en su lugar. La mortalidad y el estado sanitario de las conejas son totalmente normales.
Nos llama la atención que las hembras que peores resultados tienen de fertilidad son las del grupo de las negativas del lote anterior, que cada vez están más y más engrasadas (improductivas). Las nulíparas son el grupo que mejor responde.
Enviamos un equipo del Centro de Inseminación con el fin de descartar el efecto del manejo en esta operación. Las hembras manifiestan un celo estupendo y sólo se observa que están muy engrasadas. Pensamos que ahora sí que van a quedar preñadas.
Un hecho significativo es que hemos dicho que el granjero inseminaba 830 hembras, pero el día que inseminó personal del Centro de IA se hicieron 942 conejas. El resultado fue un “éxito”: 942 inseminadas, 431 positivas (45%) y las negativas cada vez más negativas, si se puede usar esta expresión.
Llegamos a la conclusión de que, por alguna razón, las conejas no ovulaban.
… Incluso pensamos que a través del agua de bebida podría haber algún elemento extraño, aunque no sabíamos qué buscar.
Buscando el porqué
Pedimos auxilio a la Facultad de Veterinaria de Lugo, a nuestro colaborador Luís Quintela (profesor del departamento de Patología Animal, Reproducción y Obstetricia), quien nos recomienda coger unas hembras 12 días después de inseminar y llevarlas a la facultad donde se sacrificarían para comprobar el estado de sus ovarios y ver si habían ovulado o no.
Las hembras (10) estaban negativas, y al hacer la necropsia, en 9 de ellas observamos un problema de salpingitis: el oviducto con líquido con pus y algunas con un pequeño absceso también en el oviducto. No hay metritis, ni neumonía, ni ninguna otra zona de donde pudiese salir la infección. Lo que sí estaba claro eran dos cosas:
La infección impedía la ovulación.
La infección había entrado con el SEMEN
Como veterinarios responsables de un centro de inseminación del que dependen 170 explotaciones, un matadero, un centro de multiplicación, etc., descubrir este hecho hace que la preocupación se multiplique y que sea imprescindible conocer la causa del problema de manera inmediata.
¿De dónde viene la infección?
Recopilando datos concluimos:
- Si el semen está contaminado tendríamos problemas en otras granjas.
- El laboratorio que hace los controles microbiológicos del semen no ha revelado ningún problema en las últimas analíticas.
¿Por qué el día que vamos a inseminar hay 942 conejas? Le enviamos semen para 830 (algo más para que no le falte), y ya sabemos que donde enviamos dosis siempre inseminan algunas hembras más de las que piden.
Pero también enviamos 830 CANULAS DE INSEMINACION. ¿De dónde saca las cánulas para inseminar tantas conejas? ¿Las reutilizará?
Descubriendo el problema
Al día siguiente, cuando visitamos la explotación, el granjero pregunta si ya tenemos la respuesta a su problema. Realizamos las preguntas pertinentes y le exigimos que nos cuente la verdad. El granjero asiente y dice que no sólo saca más dosis de las que le enviamos y reutiliza algunas cánulas, sino que es mucho más cómodo inseminar sin cambiar la cánula y que salen muy limpias de la coneja. Si alguna sale oscura esa se cambia, por supuesto. En un frasco de 100 dosis, en la coneja nº2 ya está el semen de todo el frasco contaminado. ¿Qué nivel de contaminación tendrá la coneja 87?
El problema se resolvió con un vacío sanitario. Aprovechando las circunstancias se cambiaron las jaulas y se mejoró la ventilación de la nave. Se introdujeron animales de un centro de multiplicación con buena genética y se dejó la práctica de la autorreposición. Por decisión del granjero, las conejas las insemina un equipo del Centro de Inseminación.
Seis meses después del vacío, tenía una granja nueva. Hoy tiene una producción de 7 gazapos y más de 16 Kg vendidos por inseminación, y se da cuenta de la diferencia de producción en relación con los resultados anteriores, y por lo tanto, de la rentabilidad no aprovechada durante esos últimos años.