Los machos de líneas paternales son utilizados para mejorar el índice de conversión y la ganancia media diaria de los conejos durante el engorde, siendo claves para la sostenibilidad del sector.
A pesar de esta importancia, los trabajos enfocados en mejorar su potencial reproductivo son limitados.
Algunos estudios recientes han mostrado la importancia de un adecuado desarrollo previo a la madurez sexual como factor determinante en su futuro rendimiento reproductivo.
El sector cunícola debe estar en continua evolución para poder mantener la sostenibilidad de su actividad frente a [registrados]un mercado y un consumidor cada vez más exigentes.
Para ello, es fundamental la continua mejora productiva de que cada uno de los actores presentes en el esquema de producción (cruce a tres vías; Figura 1).
De ellos, el macho “finalizador”, de líneas paternales seleccionadas por velocidad de crecimiento durante la fase de engorde, es clave para la rentabilidad de las granjas comerciales.
A pesar de dicha importancia, el conocimiento del que actualmente disponemos sobre cómo optimizar el potencial reproductivo de estos machos en general, y más concretamente desde el punto de vista del manejo y alimentación, es bastante limitado. Sobretodo si lo comparamos con el conocimiento que tenemos sobre esto mismo para las hembras de líneas maternales.
En los últimos años, desde el Grupo de Alimentación de la Universitat Politècnica de València, en colaboración con los centros de inseminación artificial de El Adil Redondo (Carrizo de la Ribera, León), Zapiños (Abegondo, A Coruña) e INCO (Valderrobres, Teruel), hemos evaluado cómo el desarrollo temprano (periodo comprendido desde el nacimiento hasta el inicio reproductivo) puede afectar al rendimiento reproductivo, tanto a corto como a largo plazo, de los machos seleccionados por velocidad de crecimiento y destinados a la inseminación artificial (Martínez-Paredes et al., 2019).
La principal razón de centrar nuestros esfuerzos en esta fase temprana es debida a la relevancia que tiene el desarrollo fisiológico reproductivo observado en este periodo pre-púber (García-Tomás et al., 2008), que podría condicionar la carrera futura de los machos reproductores.
Para contribuir al desarrollo de un programa de manejo y alimentación de los futuros machos reproductores, también se ha valorado la respuesta reproductiva a diferentes dietas en función de la época del año durante la fase de recría (Pascual et al., 2004), así como diferentes dietas durante la fase de recuperación seminal (Pascual et al., 2015 y 2016).
De los resultados obtenidos en estos trabajos relacionados con el desarrollo temprano podríamos destacar dos ideas.
- En primer lugar, que un adecuado desarrollo hasta la fase de engorde (aprox. hasta los 70 días de vida) tiene un efecto positivo en el arranque reproductivo de los machos (Tabla 1), diluyéndose dicho efecto a largo plazo.
- En segundo lugar, que un desarrollo excesivo durante la fase de recría (70-150 días de vida) tiene un efecto negativo tanto en su capacidad reproductiva a largo plazo(Tabla 1), como en la esperanza de vida del macho en el centro.
Este último resultado, podría estar relacionado con un excesivo engrasamiento de los machos, cuyo efecto también se ha observado que influye negativamente en el rendimiento reproductivo de las conejas (Martínez-Paredes et al., 2012 y 2018).
Para poder paliar este excesivo engorde durante la fase de recría, el correcto manejo de la alimentación juega un papel crucial.
En cuanto a la alimentación durante la recría, es fundamental conocer cómo evolucionan las necesidades a lo largo de este periodo. Según podemos observar en la Figura 2, existen dos momentos clave.
El primero de ellos, hasta la semana 14 de vida, las necesidades nutricionales tanto proteicas como energéticas aún son elevadas. Según los resultados obtenidos en nuestros trabajos, un pienso con unos niveles de energía digestible de 10,9 MJ/kg de materia seca es más que suficiente para cubrir sus necesidades, sean cuales sean las condiciones ambientales.
Sin embargo, hay que prestar especial atención a los niveles de proteína digestible (PD), ya que cuando los machos tienen una capacidad de ingestión reducida (p.ej. con las temperaturas altas del verano), deberíamos elevar la relación PD/ED (>10,5 g/MJ) para no perjudicar su desarrollo. Si no se cubren las necesidades nutricionales en este periodo, se podría perjudicar al arranque reproductivo (–88 millones de espermatozoides por eyaculado o +7% de espermatozoides con gota citoplasmática; Pascual et al., 2004).
Por otro lado, a partir de las 14 semanas de vida las necesidades nutricionales son bajas, prácticamente similares a las de mantenimiento. En este periodo, la clave está en conseguir que los futuros machos tengan un consumo regular de pienso, ya que suelen mostrar un patrón de ingestión muy variable.
Además, si tenemos en cuenta que la espermatogénesis, tiempo necesario para que un espermatozoide se desarrolle a partir de una espermatogonia, dura entre 38 y 42 días, y que la gran mayoría de las estructuras reproductivas de los machos se desarrollan en mayor medida de las 14 a las 25 semanas de vida, no es baladí pensar que una ingesta de pienso muy reducida durante algunos días podría tener consecuencias reproductivas a posteriori.
De hecho, en nuestros trabajos, los mejores resultados tanto en producción seminal (+179 millones de espermatozoides por eyaculado; Pascual et al., 2004), como en la posterior fertilidad observada en las conejas inseminadas con dicho semen (+4% de fertilidad usando una restricción cuantitativa moderada del 12% en edad adulta; Pascual et al., 2015 y 2016) se observaron con aquellos machos que cubrieron mejor sus necesidades y con una menor variabilidad en el consumo, respectivamente.
Estos resultados evidencian la necesidad de diseñar un programa de alimentación en dos fases para machos seleccionados por velocidad de crecimiento.
En conclusión, asegurar un buen desarrollo durante las primeras etapas del desarrollo (hasta los 70 días de vida), así como ajustar el aporte de nutrientes durante la recría (70-150 días de vida) y la fase de recuperación seminal, mediante piensos que aseguren una ingestión diaria constante que cubra sus necesidades nutricionales, es fundamental para mejorar el rendimiento reproductivo y la esperanza de vida de los machos seleccionados por velocidad de crecimiento y destinados a inseminación artificial.
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